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La principal amenaza para el despunte de una carrera de élite en el fútbol es el alago tempranero.  Uno se acostumbra a todo, incluso al éxito, y sólo es cuestión de tiempo que la ambición se apague. Pocas veces encontraremos en la vida de un deportista un momento tan repleto de energía y de competitividad como en la infancia y la primera parte de la adolescencia.

Sin embargo, esta etapa debe cargarse de motivación para lograr objetivos, en esta etapa NO deben lograrse ya los objetivos.

Realmente el niño se puede imaginar ser campeón del mundo, o ganar una ligar con el Real Madrid o el Barça;  pero, verdaderamente, el niño quiere lo que se consigue una vez logrado todo eso: ser visto como el mejor, quiere acaparar la atención de los entrenadores, de los entrenadores de otros equipos,  de sus compañeros, de los rivales, de sus padres y de los padres de sus rivales e, incluso, de sus profesores.

¿Y qué pasa si eso mismo lo consigue con trece años, con diez años, incluso con ocho? Pues que sigue “deseando”  ser campeón del mundo pero no tiene la “necesidad” suficiente como para dar ese “extra” de esfuerzo y sacrificio (y resistencia a la frustración y a los reveses). Pues la motivación que permite saltar del amateurismo a la élite, cuando el físico, la técnica y la cabeza son de superclase, surge de la necesidad imperiosa de lograr lo que se desea, LO QUE SE NECESITA para seguir respirando.

Un ejemplo de un futbolista que siempre se ha movido por esa necesidad imperiosa de calmar su ambición es Cristiano Ronaldo, se le podrán reprochar sus formas  chulescas, pero si nos vamos a analizar su camino hacia la élite se convierte en un ejemplo de claridad de objetivos y permanente lucha por la mejora continua.  Mucho se ha hablado de la cantera del Real Madrid estas semanas, se decía que la mayoría nunca llegan a despuntar en la élite, pero…

¿Alguien puede estar seguro de que en las categorías menores del Real Madrid y, en general, los equipos infantiles de todos los grandes equipo del mundo,  no son sino grupitos de minidioses?

José Ángel Caperán

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