Existe un tipo de jugador que se caracteriza por ser tan competitivo que llega a asumir la responsabilidad de los fracasos grupales y autoexigirse siempre ser el protagonista de los triunfos. Hasta el punto de ser incapaz de disfrutar de los triunfos del equipo si él mismo no ha despuntado como su ego se había propuesto.
Este jugador se toma tanto los triunfos como los fracasos como algo personal, no existe la objetividad, tiene siempre las emociones a flor de piel con un carácter visceral, autónomo y e individualista. De la misma forma, la rivalidad para este jugador no es “sana” ¡ojo! No para el rival con el que se compara sino para él mismo que llega a exigirse tanto que muchas veces su rendimiento se llega a saturar de presión y perfeccionismo. E, incluso, llega a convertirse en una obsesión.
José Ángel Caperán
futboldecabeza.com
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