Quiero entrenar con un psicólogo deportivo

Perder es contagioso

El fútbol se parece muchas veces a montar en monopatín. Uno se impulsa con fuerza y, si se ha colocado bien y el arranque ha sido potente, podemos avanzar sin necesidad de poner el pie en el suelo durante bastantes metros. Lo mismo pasa cuando uno gana un partido, uno en el que haya jugado bien, los gestos adecuados quedan en la memoria muscular, interiorizamos el ritmo de competición y llenamos nuestra cabeza de la tranquilidad del trabajo bien hecho, siendo menos vulnerables a los pensamiento negativos y a la dudas. Creamos el “caldo de cultivo” físico, técnico y psicológico, adecuado para que en el siguiente partido el rendimiento no decaiga a no ser que la motivación sí lo haga (y esto ocurre cuando el siguiente partido a jugar es rutinario y aporta poco al equipo salvo mantener el ambiente estable y tranquilo).

Cuando oímos que un equipo se va a centrar en un solo campeonato (Liga, Europa League, Champions, Copa del Rey…), dejando de lado el rendimiento (o relajándose) en el resto de competiciones… No se dan cuenta hasta qué punto salvaguardar las fuerzas, bajando el rendimiento en el resto de compromisos secundarios, puede dar al traste con todo.

La dinámica ganadora es un hecho: cuando uno gana tiene muchas más posibilidades de ganar el siguiente partido, aunque sea ante un equipo mejor, que si pierde.

Y, por lo mismo, “perder es contagioso” ¿Por qué?

El gesto técnico que no funcionó deja huella en el esquema corporal del jugador tras esa derrota, digamos que “mancha” la técnica del jugador para el próximo partido. Si éste no identifica los errores tras la derrota, plantea soluciones, las visualiza y las aplica a los entrenamientos, para recuperar el gesto técnico adecuado (que es una de las funciones principales del psicólogo deportivo), lo más probable es que vaya al siguiente partido con el gesto técnico defectuoso. Si también pierde el siguiente partido, y el siguiente, podemos estar, incluso, ante un bloqueo técnico que provoca grandes bajones en el rendimiento de los jugadores que no saben afrontar estos lapsus a lo largo de la temporada que, además, pueden coincidir con buenos partidos de mis compañeros que acaben quitándome el puesto y ahondar más en mi crisis sin saber cómo ha sucedido.

Por lo tanto, siempre hay que salir a ganar. Perder nunca es una estrategia buena para lograr nada porque un jugador no es un robot que “se programa” para un objetivo, sino un profesional muy susceptible a cualquier cambio en su ánimo y en su cuerpo.

Autor: José Ángel Caperán

futboldecabeza.com

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